La Selección no solo ganó, sino que convirtió la noche en una despedida competitiva de Messi ante su gente y en un recordatorio de por qué sigue marcando el pulso del equipo. En su último partido oficial como local y vistiendo el uniforme nacional, Leo marcó dos de los tres goles de la «Scaloneta».

Esta fue una noche distinta a todas las demás; de rutina ya para algunos, pero la primera para otros, como yo, en nuestro país. La alegría y la emoción ya se sentía sobre Libertador y Udaondo desde varias horas antes de que comience el partido, con mares de gente que llegó al Monumental para celebrar a Messi.

Si bien es cierto que, años atrás, la Messimanía no estaba tan bien vista como ahora y éramos pocos los que nunca pedimos que se vaya de la Selección, con el diario del lunes es evidente que el argentino, esté donde esté, banca a Messi. Esta noche de septiembre, eso se podía ver en las calles. Miles y miles de niños con camisetas albicelestes originales, truchas, viejas, nuevas, tan usadas que apenas se ve la leyenda, pero que todas dicen lo mismo: Messi 10.

Entramos al estadio ilusionados por lo que es, probablemente, la última actuación de nuestro capitán en el país, porque por mas de que no queramos admitirlo, la realidad es que después del Mundial del 2026 el futuro de Leo en la Scaloneta probablemente termine su camino. El parecía saberlo, también, porque cantó el himno abrazado a sus tres hijos y dejando ver algunas emocionantes lagrimas bajando por sus mejillas.

Pero no todo podía ser tristeza y despedida: había un partido que jugar, un primer puesto en las eliminatorias que mantener y, por qué no, algún que otro récord que romper.

El partido arrancó tranquilo, como siempre, porque la Selección aprendió en estos últimos años que tarde o temprano el gol llega si se sabe jugar. Ya sea por los talentos individuales que tiene, por su forma de jugar, o porque casi ningún equipo puede sobreponerse ante un grupo que se sabe al pie de la letra las virtudes de cada uno. A veces, Leo Messi no necesita ni levantar la cabeza, porque ya sabe que Lautaro o Julián van a estar en el lugar correcto para intentar el gol. De igual manera, los integrantes del equipo saben que, si Messi tiene la pelota, solo es cuestión de tiempo hasta que les aparezca frente a ellos un pase como por arte de magia.

A los 39 minutos del primer tiempo, Messi y Julián Álvarez ejecutaron una jugada digna de enseñar en las escuelitas de fútbol. Ambos hicieron presión en el lugar exacto y, si bien Julián pudo haber intentado disparar desde donde estaba y quedarse con la gloria del primer grito de gol, el chico de Calchín decidió repetir uno de los trucos que tanto le vio hacer a su capitán y dar un pase generoso hacia adentro para que todo el estadio pueda gritar el gol de Messi.

En el complemento, sobre los 30 minutos de juego, Leo habilitó a Nico González que en su siguiente toque encontró a Lautaro Martínez, que se tiró de cabeza hacia la pelota y convirtió un gol que enloqueció a la audiencia otra vez. Ambos jugadores habían ingresado al partido minutos antes, demostrando que con los pies de Messi y la mano de Lionel Scaloni las jugadas de este equipo destilan una profesionalidad a nivel grupal a la que el hincha argentino se está acostumbrando.

El tercero llegó muy poco después, sobre los ochenta minutos, cuando Rodrigo de Paul, otra de las figuras importantes en la Era Scaloni, filtró un pase desde el medio campo hasta arriba, encontrando a Thiago Almada y generando un gran desajuste en la línea defensiva. Almada, que ya se encontraba medio pasado en su posición para definir por sí mismo, lo vio llegar en la segunda línea a Leo Messi y le dio un pase milimétrico, que terminó en gol.

Aunque no contó con su mediocampo habitual, el equipo de Lionel Scaloni no perdió volumen de juego; supo sostenerse en la posesión y crecer a partir de la pelota. Lo que lo distingue es el pase y la movilidad de los mediocampistas y delanteros. Sin Alexis Mac Allister ni Enzo FernándezLeandro Paredes y Rodrigo De Paul se ubicaron por detrás de Thiago Almada y Franco Mastantuono, dejando que Messi se pueda mover con libertad y que Julián o Lautaro fueran la única punta.

Messi la pasa bien con este equipo. Alejado completamente del «es increíble pero no se me da», el mejor del mundo puede moverse por la cancha sabiendo que tiene jugadores de calidad esperando sus pases y que, si falla, Emiliano «Dibu» Martínez es el as bajo la manga con salvadas extraordinarias. Esto es algo que Leo antes no tenía: una actuación colectiva que funciona como un reloj y potencia los talentos individuales. «Poder terminar de esta manera acá es lo que siempre soñé. Mi sueño era este. Se habló mucho, pero se nos dio y esto es muy lindo», dijo Messi emocionado después del partido.

Messi marca el rumbo y la Selección de Scaloni disfruta la ruta hacia la Copa del Mundo. Como si fuera poco, esta noche se llevó el título de máximo goleador de las Eliminatorias Sudamericanas rumbo al Mundial 2026, algo que consigue por primera vez en su carrera, con ocho goles. Todavía falta para el final de su historia con la camiseta nacional, pero en la que pudo ser la última noche en un partido oficial de local, Lionel Messi recibió el cariño de sus compañeros y de su hinchada, que se volvió a ilusionar.

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